Distinguir colores, formas, valerse del contacto físico para realizar tareas básicas, seguir instrucciones y apropiarse de rutinas, quizá parezca una lista de acciones comunes y sencillas, pero para María Acosta Tun son señales de independencia y felicidad que su hijo Mateo, diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA), le envía todos los días desde que asiste al Centro de Atención Múltiple (CAM) de la colonia de San José Tecoh.
Como él, existen 742 estudiantes con TEA que reciben atención no sólo en los 53 CAM ubicados en distintas partes de Yucatán, sino también en las 75 Unidades de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (Usaer) y en los tres Centros de Recursos para la Integración Educativa (CRIE).
Allí, en respuesta al compromiso del Gobernador Mauricio Vila Dosal de acercar educación con sentido humano y de calidad a toda la población, estos espacios respaldados por la Secretaría de Educación (Segey) apoyan a este sector vulnerable para incluirlo en la sociedad.
Con cinco meses de haber entrado en funciones, el CAM de San José Tecoh ha significado una oportunidad de estabilidad emocional y económica para familias de esta zona sur de Mérida que se enfrentan al mundo de la discapacidad o que, como el caso de la madre de Mateo, deben sortear los retos del TEA, cuya similitud con otras alteraciones neurológicas complican su tratamiento.
«Se les adapta actividades mediante las cuales conocen límites, reglas, obviamente con estrategias enfocadas a su desarrollo. El lograr que venga Mateo y me abrace es algo importante, porque se le dificulta expresarse y ya lo hace», comentó Nidia Guadalupe Candila Cano, maestra del CAM de San José Tecoh.
María sabe de estas agradables sorpresas y las atesora reteniéndolas en sus recuerdos. Con orgullo compartió el avance más reciente: la memorización del abecedario completo recitado por Mateo, ese niño que es su motivante y del cual está aprendiendo a amar la vida como se le presenta, con todos los altibajos y los pequeños pero significativos logros.
«Trabaja, se sienta, ya sabe los colores, te dice todo el abecedario sin que lo vea, a mí me da gusto, tiene mucho avance a como estaba. Respeto sus rutinas, yo voy aprendiendo de él. A los papás y mamás como yo, con hijos con discapacidad, les digo que busquen ayuda, sí hay, sólo hay que buscarla. A la sociedad le digo que no los aparten», platicó.
Vestido con una playera azul, para recordar la conmemoración del Día Mundial de Concientización sobre Autismo, el pequeño de cinco años de edad realiza dinámicas junto con otras compañeras y compañeros. Cada uno a su ritmo, ensartan argollas y separan colores.
Él ya mira a los ojos a Nidia, quien entiende que ese contacto visual, esperado hace meses, es un buen indicio para armar el rompecabezas emocional que guiará a Mateo el resto de su vida. «Ver que logran ese aprendizaje es una gran satisfacción. No son un mundo diferente, son parte de nuestro mundo y hay que incluirlos», señaló la maestra, mientras lo abraza.