Desde la terraza del café Le Populaire se divisa un pedazo de la historia alemana. En esta misma plaza de Berlín, los nazis se dedicaron a quemar libros nada más llegar al poder, un aviso de que poco después irían a por las personas. Justo enfrente está la Neue Wache, el monumento erigido por la República Federal a las víctimas de la guerra y la tiranía. Con un capuccino en la mano, el historiador René Schlott reflexiona sobre qué ha supuesto para Alemania que, por primera vez desde los años cincuenta, la extrema derecha se haya sentado en esta legislatura en el Parlamento. “Desde el Bundestag, Alternativa para Alemania (AfD) ha contribuido a polarizar los debates, ya sea sobre la epidemia, Europa o la inmigración”, asegura este investigador del Centro de Historia Contemporánea de Potsdam. Pero en un asunto han fracasado estrepitosamente: el intento de instrumentalizar el pasado más oscuro del país. Enfrente se han encontrado con un consenso demasiado cerrado.