El alcalde de San Cristóbal y avionetas con cocaína: las últimas notas de Fredy López

Desde el otro lado del teléfono, en un ambiente de tensión y furia, los cercanos a Fredy se quiebran la cabeza para averiguar qué sucedió aquella noche. El pasado jueves, el veterano periodista de Chiapas Fredy López Arévalo fue asesinado de un disparo cuando regresaba a su casa en San Cristóbal de las Casas después de haber celebrado con toda su familia el 83 cumpleaños de su madre. En la puerta de su domicilio le esperaba un sicario en moto. Una semana después del balazo por la espalda, las sospechas aumentan, pero nadie se atreve a afirmar quién pudo pagar el precio que costó su vida ni por qué. En lo que coinciden todos, familiares y amigos, es en que su trabajo incomodaba tanto al poder como al narco. Y que Fredy fue acribillado por ser periodista.

El crimen de Fredy se ha convertido en el último símbolo de la violencia contra la prensa en uno de los países —que no están oficialmente en guerra— más letales para la profesión. Tan solo 24 horas después de su homicidio, otro compañero en Acapulco (Guerrero), Alfredo Cardoso, era también acribillado a balazos, murió dos días más tarde en un hospital. Los dos homicidios engrosaron la cifra de asesinatos de periodistas que alcanza los 10 en lo que va de año. La organización Reporteros Sin Fronteras nombró en 2020 al país como el más letal para la profesión, con ocho muertes. Antes de que acabe el 2021, ya se ha batido un nuevo récord macabro.

Tras su asesinato, la familia de Fredy que creció en un ambiente periodístico —tres de los cinco hermanos se dedicaron a la prensa— revisó sus últimas publicaciones de Facebook, donde compartía todo su trabajo. Desde hace años, cuentan, solo utilizaba el celular, nada de libreta y pluma. Tecleaba desde el móvil las noticias que le llegaban para la cuenta oficial de Jovel en la red social y la compartía desde la suya. Con más de 30 años de trayectoria, el reportero se había convertido en una voz con influencia en la opinión pública local. “Pudo molestar como a una decena de personas. Por donde mires, hay algo que dices, quizá fue por esta cosa”, señala un amigo cercano que prefiere no decir su nombre por cuestiones de seguridad.

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