El fútbol evoluciona. Cambia de forma. De líquido a sólido pasando por gaseoso y vuelta a empezar. Lo que valía ayer ya no lo hace hoy, especialmente en clubes de la talla del Real Madrid donde la exigencia es enorme. Sin embargo, durante este tiempo, la mayor certeza competitiva blanca fue la personalidad y el talento de sus centrocampistas; Casemiro, Kroos y Modric. El brasileño, desde el orden, la intensidad y las múltiples ayudas se ha destacado por realizar una labor oscura pero de enorme valor para Zidane: apagar fuegos. El alemán y el croata, por asumir las responsabilidades con balón que demandaba el juego. Los tres, por cierto, han marcado con sus selecciones durante esta ventana FIFA.
Nunca se intercambiaron los roles, porque cuando el Real Madrid enloquecía y desplegaba su talento, los laterales volaban para lanzar el centro lateral y todos disfrutaban, Casemiro hacía del sufrimiento su mejor aliado. Era el encargado de coger el pico y la pala para construir una estructura defensiva cuando alguien no recuperaba su posición. Y si el partido pedía repliegue más verticalidad al contragolpe, el carioca brindaba exhibiciones defensivas de alto nivel. Un muro en las ayudas defensivas y en el 1vs1. Laterales, centro del campo y la propia BBC. Todos notaron su presencia. Todos se vieron seguros bajo la manta del carioca.
Infravalorado por sus carencias con balón a la hora de perfilarse, distribuir, girar y soltar, se nos ha olvidado que antes de afianzarse como el centrocampista con más responsabilidades defensivas del conjunto blanco, era un interior con vuelo. Llegados a este punto y ante las pocas variables que presenta el centro del campo, Zidane podría haber tratado de adelantar a un futbolista que ya ha demostrado cambios de orientación, presión intensa y una excelente capacidad de robo tanto en campo rival como contrario. Seguramente, Zidane no modifique el rol de Casemiro, pero sí que debería ser capaz de construir una estructura ofensiva y defensiva que potenciase la zona más importante del equipo: el centro del campo.
Ahora, tras los intentos fallidos de incorporar a Paul Pogba y Van de Beek y las salidas de Marcos Llorente, Martin Odegaard y Dani Ceballos, el entrenador francoargelino se ha quedado sin apenas opciones para tratar de revolucionar un centro del campo que necesitaba un chute de energía. Un cambio de chip para empezar a construir un nuevo Real Madrid. Alternativas, descanso para los titulares y jóvenes con hambre. Al contrario, hemos visto discrepancias entre directiva y técnico, falta de músculo económico y ‘timing’ equivocado. “La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana”, que dijo Napoleón. Sea como fuere, Zidane tomó una decisión errónea tras una temporada pasada para olvidar. Una campaña que pedía alternativas línea por línea. Una elección que le va a perseguir toda la temporada.
En definitiva, si uno analiza el juego del Real Madrid de la pasada temporada y de la actual puede extraer diversas conclusiones: falta desborde, gol y contundencia en ambas áreas. No obstante, aún hay más: hace mucho que su centro del campo no domina con regularidad los partidos. Impulsado por la ausencia de estructura de circuito de pases y con la posterior pérdida de balón, el Real Madrid siempre está mal colocado. Siempre debe correr hacia atrás.
Y no es una cuestión de simple intensidad, es que su circulación de balón es deficiente. Asimismo, con el bajón de Toni Kroos (30 años en enero) y Luka Modric (34 años recién cumplidos), el brasileño se ha visto empujado a avanzar por un camino angosto por el que no está acostumbrado a andar. A consecuencia de ello, ha tenido que asumir más relevancia en la salida de balón, quizás su aspecto más débil como centrocampista. Si bien Isco y James Rodríguez pueden jugar como interiores, tan solo Federico Valverde y Kroos puntualmente pueden ocupar la posición de Casemiro. El Real Madrid tiene muchos problemas colectivos e individuales y si su entrenador no los soluciona desde la pizarra, la temporada podría volver a cerrarse en blanco.